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Es poco frecuente en niños y adolescentes que pidan ayuda de forma explícita. Comúnmente es la familia y/o el centro escolar quienes detectan que existe un problema por cambios en su estado de ánimo, comportamiento, alimentación, sueño, juego, relaciones sociales y/o rendimiento escolar. En adolescentes puede ocurrir también que, aunque se considere en sí una época de cambios, éstos estén afectando al adolescente con una intensidad y/o frecuencia excesiva.

No es necesario tener un diagnóstico o enfermedad para consultar a un psicólogo. Puede ocurrir que exista malestar (síntomas de depresión, ansiedad, ira, miedos, baja autoestima…) o dificultades en nuestra vida cotidiana que afecten a nuestra calidad de vida (relaciones familiares o sociales, trabajo, salud, proyectos, sueño…) y queramos mejorar y desarrollar nuestro bienestar o crecimiento personal.  

En el caso de niños y/o adolescentes, en la primera visita suelo realizar para comenzar una entrevista solo con los papás para recabar información sobre el motivo de consulta y conocer más aspectos de la vida del niño durante los primeros 30 o 40 minutos. Una vez finalizada esta entrevista, paso a realizarle otra entrevista sólo al niño para conocer sus gustos, aficiones, relaciones sociales, conocimiento y/o vivencia de la dificultad actual, y empezar a crear una alianza terapéutica.

Se realiza una primera entrevista estructurada donde se intenta recabar la mayor información posible sobre todas las áreas de la vida del paciente y comenzar a crear una alianza terapéutica.

Las sesiones duran 60 minutos. Se pueden observar tres partes: al comienzo de la sesión, aproximadamente 5 minutos, me gusta que los papás me cuenten qué tal han visto los días anteriores a su hijo o comentar algún ejercicio que se haya mandado realizar para casa; a continuación, se realiza la sesión con el niño; y, para finalizar, se utilizan los últimos 5 o 10 minutos para comentar con los papás lo trabajado en la sesión con el niño y para explicar cualquier información o tarea para casa.

En el tratamiento a adultos las sesiones suelen durar entre 45 o 60 minutos, en función de la intensidad y el estado actual del paciente.

Aunque esto puede variar en función de la interferencia de esta dificultad en la vida diaria del paciente, suelo recomendar comenzar con una frecuencia semanal, la cual con el paso del tiempo y su correspondiente trabajo y mejora, se irá espaciando de forma quincenal o mensual.

La duración es variable y no es posible determinar un tiempo estándar, ya que cada persona tiene tiempos diferentes además de depender de varios factores como la intensidad de los síntomas, las habilidades previas, su propia motivación, etcétera.

Es recomendable explicarle, de un modo natural y con normalidad, que va a acudir a un psicólogo, que es una persona que va a ayudarle con juegos, libros, pintando y hablando, a solucionar las dificultades que tenga.